‘Escuela de Escritores’ en restaurante Fábula

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 «Entre plato y plato te lo cuento»

«Del 25 de mayo al 10 de Junio»

Con motivo de la Feria del Libro, el restaurante Fábula, ofrece un nuevo menú degustación. «Entre plato y plato te lo cuento».  Será un menú basado en los finalistas del concurso  de Micro-Relatos que organiza Bardeblás (c/La Puebla).

Cada cuento ha servido de inspiración para un plato. Se pidió que cada relato se inspirara en torno a la comida, el sustento, el acto de comer,…

Conoce los relatos en que está inspirado cada plato. Merece la pena. Seguro que no te pierdes este menú.

«¿Te imaginas?»

( BIG BANG DE ACEITUNAS ARBEQUINA )

¿Te imaginas?, todo el universo en expansión, me dices. Sí, continúas: hasta llegar al límite. Cuando la gravedad entre los objetos del cosmos supere la inercia del Big Bang, todo comenzará a contraerse. Todo regresará a su estado inicial. ¿Te lo imaginas?

Yo veo tus labios brillantes de aceite, pero lo dejo estar.

¿Te imaginas que si tiro esta copa al suelo dentro de millones de millones de años sus añicos se volverán a pegar y estará otra vez en mi mano llena de vino?, sigues, mirando su reflejo morado.

¿Y la confianza? ¿Volverá a recomponerse?, te pregunto yo.

Tú, con la atención en el plato, separas un par de arbequinas, las montas en el tenedor y te las llevas a la boca. Me respondes con fragmentos verdosos entre los dientes:

La confianza, los celos, hasta la envidia, dentro de nuestro cerebro sólo son proteínas. Todo volverá ser como antes; los recuerdos, las ideas. Naceríamos viejos y moriríamos con el alumbramiento. ¿Te imaginas?

Te veo rebañar el plato. Te recuerdo haciendo lo mismo cuando yo era tu manjar preferido.

Me hablas de los agujeros negros que atrapan hasta la luz que emiten y a mí me gustaría ver dentro de esos ojos claros.

¿No comes?, me preguntas en los postres.

No tengo hambre, te digo.

José Manuel Sastre Huerta

«Si hablamos de olvidar, tenemos que tener en cuenta que»,

¿CÓCTEL DE GAMBAS?

Es una gamba, pero no es una gamba, sino una invitación para salir de allí, de una oficina que a veces se te parece a un tablero de ajedrez, dieciséis fichas blancas caídas y tres peones y una dama, tú, en pie. Cuatro de dieciséis y encima con poco que hacer. Ni siquiera limpiáis el polvo de los compañeros fantasmas. A veces, al entrar a las ocho de la mañana, percibís su olor, ¿no es cierto?; a oscuras, con la ciudad al otro lado de la ventana, percibís su olor, y también el de las piezas negras que se mueven doce pisos más abajo: San Lesmes, el río Vena, abrigos y gorros oscuros que caminan sin tocar el suelo. Espectros. Forman parte de un sueño que solo se disipa cuando bajas a tomar café y aprovechas para llevar papeles y haces ya la compra, y luego tomas un cortado y un pincho de tortilla, y lees de nuevo el periódico y le dices a nadie que si ha visto eso. Y eso no es lo de las Leyes de Burgos, quién coño sabe lo que son, sino algo que ese día hay al lado, publicidad, sí, una gamba roja del Mediterráneo, aunque podría ser un carabinero, no importa, lo que importa es que en ese momento la gamba te atrae como lo pudo hacer el fuego a un Homo erectus, es algo prometedor, coño, algo que está tan lejos de las piezas caídas de tu oficina como pueda estar Nueva Zelanda, y por eso vuelves antes, porque vas a llamar por teléfono y hacer una reserva, y vas a ir, y a las cinco te vas a echar una siesta y te vas a olvidar de que mañana, a las ocho, cuando

Jesús Pérez

 

«Algo supuestamente cotidiano (o no tanto)»

(PASTEL DE QUESO, BACON, PASAS Y SÉSAMO )

Hablemos del Rey Pálido

—¿Arrepentimiento? Para serte sincero, no es algo en lo que piense muy a menudo. Arrepentimiento, tendría que mirar en el diccionario, pero creo que sé a lo que te refieres.

P.

—Está bien, está bien, no es para ponerse así. Te lo he explicado veinte veces. Tuve que salir de viaje. Negocios, deberías saberlo ya. No es difícil de entender. ¿Por qué no haces un esfuerzo? Puedes estar tranquila, no se te va a caer el pelo ni nada por el estilo.

P.

—Podía haberte llamado, tienes razón. Pero no lo hice. Lo pensé, pero no lo hice.

P.

—¿Quieres que te pida perdón? ¿Es eso lo que quieres?, porque puedo hacerlo.

P.

—Hablas de respeto como si tal cosa. Hay que tener cuidado con ciertas palabras. No se trata de falta de respeto, no es eso, el respeto es otra cosa. Yo te he respetado, a mi manera pero respeto al fin y al cabo, eso no me lo negarás.

P.

—Una mala racha, así lo llamaría yo. Le pasa a todo el mundo. Hay rachas buenas y malas, ¿sí o no? Puedes considerar que ha sido una mala racha. Unos días en los que algo no acaba de funcionar, algo que suele funcionar y simplemente deja de hacerlo durante un tiempo. Una mala racha.

P.

—Está bien, de acuerdo, unas semanas, un mes si quieres. Una racha más larga de lo habitual.

P.

—Sí, yo también pensé que no nos volvería a pasar. No sé, siempre podemos… Toma, te había traído… ¿Te apetece probarlo? Lo he hecho yo.

P.

—Son semillas de sésamo. También lleva pasas y algo de queso. ¿Qué te parece?

P.

—¿No me crees capaz? Vale, vale, tú ganas…, lo he comprado en el mercado. Pero, ¿a que está bueno, eh? Me recuerda a eso que hacías…, ¿cómo lo llamabas?

Ríchar

«El postre»

(ARROZ DE JAZMÍN AL VAPOR DE GARAM-MASALA CON SOPA TIBIA DE PERROCHICO)

Traga de una vez y empieza desde el principio… ¿Dices que has aceptado un trabajo muy bueno en la India? ¿Pero no estábamos hablando de que este risotto era el mejor risotto con boletus que habías comido en tu vida?

¿Ocho meses?

¿Qué te puedo decir? ¿Que enhorabuena? ¿Que la cultura india tiene que ser muy interesante? ¿Que me gustó mucho la película esa del premio millonario? ¿Que tengo en el bolsillo una cajita con la llave de mi casa dentro para dártela en el postre?

Beatriz Ruiz-Alberdi

 

«¿Es para ponerse a cantar?»

(SALMÓN Y TRUCHA, ALBÓNDIGAS DE SEPIA Y TOMATE RAF )

—Mamá, que te vas a quedar dormida encima del plato. Mira, has metido media manga en la salsa. ¡Estoy harta de esta salsa de tomate! Harta de albóndigas todos, todos los jueves, que encima parecen carne de vaca vieja, con esas hojas de perejil que son como repollos de berza, incrustadas en las bolas de carne tal cual, como la lava de un volcán que luego va a estallar con su picante y te va a arder y a repetir como tú cuando me machacabas si salía de fiesta: cuidado con lo que te echan en la bebida, que luego acabas con algún descastado y hace contigo lo que quiera. Pero si tú, mamá, te comes todo lo que te ponen, aunque no distingues entre trucha y salmón. Ni entre andarte en la nariz y hacerte sangre. No distingues.

—¡Eh, mamá? ¿A qué te sabe esta salsa?

—¿A criadillas de cerdo? Mamá, no me jodas que mañana te pongo pechugas de pollo.

—No, mamá. ¿Otra vez me vas a cantar las marzas?

Javier Blanco

 

«Doble de Ketchup»

(HAMBURGUESA DIFERENTE CON DOBLE DE KETCHUP)

Balancea sus pies, no le llegan al suelo. Le subo el tirante del vestido y se lo coloco sobre su hombro regordito. La cinta verde que recoge su pelo liso no ha evitado que un mechón le resbale por la frente. Sale la enfermera y yo aprieto su mano. Por un momento los dos contenemos el aliento. Isauro Martínez, respiramos. Si quieres oír nombres graciosos este es el mejor lugar, le digo, pero no consigo hacerla reír y no se me ocurre nada.

A mí no me gustan las inyecciones, pienso, y también pienso que debería estar aquí su madre, yo soy un cobarde, pero no está. Hay palabras que no deberían ir nunca juntas como niño-inyección, niño-soldado o puerro con patatas.

—Sabes, la abuela te ha preparado tu plato preferido: hamburguesa.

—¿Con Ketchup?

—Claro, ya le he dicho, nada de tomate natural, ¡qué asco!

Se ríe.

—Y palomitas.

—Vale y palomitas.

—¿Con Ketchup? ¿Me harán daño?

—¿Las palomitas?

—No, la inyección.

—Un poquito pero tú grita, grita y aprieta los puños como si apretases un bote de Ketchup para ponerlos a todos perdidos.

Sale la enfermera. Esta vez sí que es para nosotros.

—Ya sabes, con doble de Ketchup.

—¿Usted no entra?

Florinda Pérez

«Idilios que explican cualquier negligencia culinaria»

(FRUTA TATIN Y PIELES AROMATIZADAS CON CHOCOLATE CALIENTE Y GALLETA SABLÉ )

Antes de empezar con el juego la hora de la compra era para Marina eso, la hora de la compra. Buscar y elegir. Tener pensado ya y elegir. Improvisar y elegir.

Pero en la ducha, esa tarde, mientras con los labios y el agua le acababa de limpiar los últimos regueros oscuros del cuello, Mark le habló de lo extraño del sabor del chocolate caliente servido en determinados tipos de piel.

Decía esas cosas. Ese tipo de cosas entre los besos.

Desde entonces, tocar cualquier alimento en el supermercado le producía a Marina unos sudores horriblemente dulces y sonrisas cuya dimensión hacía sospechar a las cajeras. Elegía yogures después de haber comprobado al contraluz de los focos su espesura y densidad. Su previsible forma de deslizarse. Esperaba a que no hubiera nadie en el pasillo de la fruta para escoger con cuidado y comprobar cómo mezclaba el olor de la pieza elegida con el propio olor de su piel.

Olvidó las recetas que imponían el queso rallado y la dictadura de la pimienta molida. Dejó para siempre en el fondo del armario restos de ajos y media cebolla vieja.

Más de una vez, con el carro repleto de ideas, miró de reojo el amarillo intenso de las mazorcas de maíz, su envoltorio de plástico; su inconfundible aire extranjero.

Raúl Elena Calvo

 

«La receta de las tortitas con forma de dinosaurio»

(HUELLA EN TRUFA DE CHOCOLATE Y CAFÉ)

Te levantas de la cama como media hora antes de que se despierten los niños. Vas a la cocina y tomas una medida de leche por otra de harina (un vaso corriente de tamaño intermedio puede servirte para tomar las medidas). Lo pones todo junto en el recipiente de la batidora, le añades dos huevos, dos cucharadas de azúcar y lo bates hasta que se forme una papilla bien homogénea. Pones la sartén al fuego con una pizca de mantequilla, y cuando esta esté bien caliente derramas una parte de la mezcla sobre la sartén. Cuando la tortita comience a adquirir algo de consistencia, le das la vuelta con cuidado de que no se te rompa para que se tueste por el otro lado. Con tenerlas un par de minutos al fuego por cada lado es más que suficiente para se te hagan. Luego repites esta operación hasta obtener las tortitas que consideres necesarias. Puedes dejarlas así tal cual o recortarlas con unas tijeras para darles forma de dinosaurio (¡a todos los niños les molan los dinosaurios!). Y ya están listas para comer. Si sigues al pie de la letra estas instrucciones, lo más seguro es que termines de cocinar las tortitas antes de que se despierten los niños. Entonces ve a su dormitorio y espera allí de pie junto a las camas a que se despierten. Ni se te ocurra ser tú el que les despierte, de ninguna de las maneras, tú quédate quieto y en silencio y espera, como si allá a lo lejos hubieras sentido algo parecido a las pisadas de un dinosaurio y esperaras a escucharlo de nuevo. Tú espera a ese momento en que se froten los ojillos y se pregunten qué es ese olor que viene de la cocina. Entonces diles que huele a eso mismo, a dinosaurio. A ver qué pasa.

Alejandro Núñez Peña

 

 

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